Bibliotecólogo

Publicado: 25 marzo, 2023 en Sin categoría

Siempre amé los libros, pero mi relación con la bibliotecología no fue deliberada, sino algo que se fue dando. Buscando trabajo, siempre miraba los avisos para empleados administrativos, nunca los de empleado común. Y sin embargo apareció uno de ellos en el cual se aclaraba que era para una librería, y que había que saber escribir a máquina.

Entre otras entrevistas por la misma zona, me presenté y poco después me llamaron para decirme que me habían tomado; el trabajo era básicamente ser un data-entry, pero de registros bibliográficos. Eso sí, me desempeñaba junto a tres bibliotecarios graduados. Dos de ellos se fueron, y quedé como «asistente» de la compañera remanente. El tema es que al año y medio sentía que no progresaba, y me consiguieron una entrevista con un pope de la bibliotecología local, Roberto Cagnoli, quien dirigía la de la embajada de los Estados Unidos.  

La entrevista fue en inglés y la condición sine qua non era que no estudiara bibliotecología (lo cual no era problema, yo estudiaba Historia). Parece que ninguno de los bibliotecarios quería «rebajarse» a atender en el mostrador, y quería evitar que se repitiera el inconveniente en el futuro. Me hice los test preocupacionales y hasta vinieron a hacer un test ambiental en mi barrio. Finalmente, me llamaron para decir que me presentara; tal vez fue uno de los momentos más involuntariamente graciosos de mi vida.

Me habían hecho una contraoferta en la librería que yo había aceptado; cuando me llamaron para avisarme que me presentara en la Embajada, les dije que no lo iba a tomar. Se hizo un silencio del otro lado de la línea. La mujer creyó que no le había entendido: «Le reitero que fue aceptado para trabajar en la Embajada de los Estados Unidos de América». «No, gracias». Silencio nuevamente. «OK».

En el trabajo tomé contacto con la primera base de datos, ISIS; lo que cargaba se almacenaba en un CD-ROM que se actualizaba cada tanto y del que se vendían subscripciones. Cargaba fichas bibliográficas de múltiples países de Latinoamérica; era monótono, pero a mí me gustaba. Cuando ese trabajo declinó, comencé a hacer una pre-carga de libros; de algún modo me fui convirtiendo en un idóneo, sin título habilitante. Trabajabamos con descriptores de un tesauro y CDU, y las búsquedas eran por lógica booleana; ésto duró décadas.

Las bibliotecas de USA trabajaban con el sistema de The Library of Congress; la representante de una muy importante pasó un día de visita por nuestro sector y le dijo a mi jefe, con cierto dejo de menosprecio hacia nuestro trabajo, que sí queríamos seguir en carrera tendríamos que profesionalizarnos (entiéndase, hacer las cosas como las hacían ellos). Primero me deprimí un poco, porque al no estar graduado iba a quedar afuera del departamento de catalogación. Luego me propuse el desafío de estudiar bibliotecología, y en la empresa me apoyaron.

Ya habiendo cursado Historia y la Maestría en Ciencias Sociales de modo presencial, y siendo de mediana edad, con familia y responsabilidades, tenía que buscar otra forma de hacerlo. Y lo encontré; estudiaría a distancia en la Universidad Católica, sede Paraná, y viajaría sólo para rendir los finales. Eso duró tres años y me fue muy bien, en todo sentido; me recibí primero de Técnico Bibliotecario, y finalmente de Bibliotecario a secas. Luego continuaría con la Licenciatura en Bibliotecología (también a distancia) en la Universidad de Mar del Plata; también me fue muy bien en la cursada. Y llegué nuevamente a la instancia de la tesina; la que me habían devuelto seis veces en Historia antes de su aprobación, la que no pude completar en la Maestría. La tercera iba a ser la vencida; como los errores anteriores enseñan más que los aciertos, en esta ocasión supe como resolverla gratamente.

El año del Bicentenario (o el tiempo en torno a él) iba a ser particularmente favorable para mí en esta área. Viaje a Boston para una feria y a Washington a recibir entrenamiento; volví y preparé tres a tres nuevos compañeros. Más o menos por ese momento recibí primero una mención por el buen promedio en la carrera de la Católica por parte de ABGRA; luego gané un premio por lo mismo pero para Mar del Plata, otorgado por su Rotary Club (nunca viajé a retirarlo, ni siquiera fui a retirar el título propiamente dicho, que está archivado aunque pública y legalmente consignado en registro ad-hoc en internet).

Intentar asimilar esta nueva identidad bibliotecaria me llevó a participar en los diferentes congresos de catalogadores (en realidad, nunca me sentí un bibliotecario, me siento aquello que hago; catalogar). En una ocasión hasta presenté una ponencia en base a mi tesina; sé que fue filmada, aunque nunca la ví. Tal vez fue lo mejor, porque estuve horrible, leí todo y no levanté la vista de las hojas. Se tiene o no se tiene, y yo no tengo presencia escénica, ni nunca intenté tenerla; en esa misma ocasión ví gente con una gracia tremenda (y otros soporíferos, claro). Hace poco tiempo creé mi primer Registro de Autoridad; una asignatura profesional pendiente que tenía.

Yo le debo mucho a los libros, en todo sentido; sería una reducción decir que fueron mi trabajo. Los libros fueron mucho más que eso, son una parte muy importante de mi vida.

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